martes, 8 de septiembre de 2009

2 Minutos

Fuimos al baño para ver lo que se podía hacer desde la terraza. Esa mañana de aulas vacías era la bienvenida de las pequeñas de primer curso, nosotras - las viejas de segundo- teníamos actividades que cumplir y solamente Esther Quiñones podía enseñarnos las tradiciones de nuestro nivel. Cuando ya no teníamos que ser recibidas como novatas y todavía no éramos tan grandes para organizar los festejos era importante ocuparnos.

Nuestra compañera sacó del bolsillo del vestido unos paquetes pequeños color azul brillante, una vez abiertos nos dimos cuenta que eran preservativos. Los abrimos y los inflamos como globos según las indicaciones. En menos del tiempo rècord subieron otras a la terraza, avisando que la rectora nos venìa a buscar, porque justo un ejemplar habìa caído a sus pies. Hortensia Calderòn de Tenecela, habrìa pasado por alto el asunto porque en palabras de ella “no conocía el preservativo hasta que las conocì a ustedes". Era insólito que una mujer de cuarenta y tantos no habìa tenido en frente esto ni utilizado. Alguièn bien intencionado le explico la gravedad del asunto.

La semana siguiente transcurrió entre interrogatorios y cacerìa hasta que una “ sapa” revelo el nombre de Esther, la expulsaron. Hasta hoy tratamos de descifrar quien fue.
Aquella desmeditada descisiòn condenò al concejo directivo al trasnocho, porque no contaban con que iniciaríamos una huelga que exigìa el reintegro de nuestra compañera a clase.

La semana siguiente 43 alumnas se levantaban temprano, se ponían el uniforme y estando ya en el establecimiento no entraban al aula porque estaban incompletas. Hicimos caso omiso de las amenazas con el argumento de la negra Erika: “ Pueden expulsar y expulsar, pero expulsar a 43, ya es otra cosa”, en la terraza permanecimos sentadas. Las autoridades al segundo dìa ya habían convocado una reunión de padres de familia. Nuestros progenitores llamaron a la mama de Esther y llegaron todos esa tarde al salón de actos. Mi padre como siempre y todos los demás estaban del lado de la protesta. La emoción por la rebeldía -es hoy cuando màs cuenta me doy cuenta- era constante entre todos los viejos.

Tres días después, discusiones desiertas por medio, el concejo decidió reintegrar a la compañera y nosotros volvimos a la matemática, la biología y todo.
Pasado el relajo, una de las medidas fue redoblar la orientación con una cuadrilla de pasantes de la católica a nuestro servicio. De ellas Denisse Louffer, a quién recuerdo con inmenso afecto y conservo el libro de Borges que me regaló, logró calmar ánimos.

El año en mi colegio termina en diciembre, hacíamos 8 evaluaciones y aprendíamos dos idiomas y no pagamos un centavo. Extraño lugar, que se extraña.

La canciòn es la de la època y la marca. Còmo rodò esta cinta, gracias a mi CLO.

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