martes, 30 de diciembre de 2008

URBANISMO SANITARIO

La vida es pedagógica, no hay que perderle el hilo ni un segundo, a veces se piensan utilizadas todas las atenciones y la equivocación, para la regla.


Anuncian una noticia que se trata de un evento empresarial. Los reporteros han evolucionado mucho y están destinados a convencer hasta el público más escéptico y aséptico en mi caso, porque nunca imagine que viviría para contaminarme de esta forma.
La buena nueva: el Hospital Metropolitano y el Hospital de los Valles, habían firmado un convenio. El detalle llego hasta una pequeña entrevista, para ilustrarse una pregunta:
¿Cuáles serían los beneficios para los pacientes? (Promoviendo el vicio y la mala costumbre que incita a reflexionar)




El Hospital de los Valles, entre Tumbaco y Cumbayá


La revista vanguardia, el año pasado, publicó algo que si no era nada “engañoso” , sobre las inversiones en salud, este señalaba al Hospital Metropolitano como el primero en ganancias junto con el Monte Sinaí de Cuenca, este último no revela el monto exacto - cosa que no es extraña- probablemente sucederá lo mismo que con el Cajas, algún día se sabrá la verdad.
El artículo “La salud un gran polo de inversión” de febrero del 2007, refiere claramente los detalles los beneficios. Los accionistas reciben parte de sus ganancias en servicios médicos, no es difícil adivinar el origen de esto: gastaban demasiado en atención de su salud, los servicios estatales son pésimos, la ley lo permite. No se imaginaron que lo que nació con la idea de ahorrar dinero en sus enfermedades, terminaría siendo el negocio de sus vidas.
En Guayaquil, el caudal es de tipo genealógico; Alcívar y Lama, que son también referentes urbanos del Barrio del Centenario, la Kennedy, la Alborada y Samborondón .

Esto hace pensar, que en el Colegio de Médicos podrían repartir unos planos nuevos de las ciudades y satisfacer así las necesidades de la población, que serían por ejemplo:

“Hoy tengo ganas de una radiografía” para qué subir a Quito, me quedo no mas en el valle y si ando de humor “Sex and the city” me voy al Metro, total ya son lo mismo. En Guayaquil si me he quebrado una pierna y toda la gente se va la playa, no hay problema, la Alcívar está en Salinas.




La geografía y los estudios de mercado, nada tienen que ver con los determinantes de salud. Las encuesta con múltiples cuadritos, no aplican. En medicina los interrogatorios nunca deben sugerir una respuesta, además su fin es únicamente el diagnóstico. La necesidad que se pretende cubrir no es un producto inerte, si bien existe el consumo, los objetivos siempre deben ir orientados hacia evitarlo, lo que haría desaparecer el producto en cuestión (exámenes, consulta médica, drogas), el lugar que los oferta (clínica, hospital), los dividendos y todo el negocio, para que todo sea verdaderamente “saludable”.


Una de las cosas sorprendentes es que los funcionarios de Estado, no pisan un hospital público. Las clínicas privadas mantienen convenios con las aseguradoras para atenderlos, existe un dispensario en el mismo Ministerio de Relaciones Exteriores del Hospital Metropolitano, actualmente se mantienen 15 convenios con clínicas y 60 con medicina prepagada.


Todas estas distribuciones cartográficas y cartománticas, se han ido desplegando, no son más que la herencia de años. La historia de los programas de salud en el Ecuador, desde que los militares se dedicaron a edificar; sitios hermosos, resistentes y bien bonitos, pero en donde uno llega y toca hacerle “la macumba” al paciente, porque no hay ni agua.

En los municipios, la obscenidad aumenta. Programas como Más Salud y otros que no menciono por pudor, es imposible colocarlos en alguna categoría.
El preocupado y hoy tan popular CONARTEL debería también censurar la propaganda barata en la que Nebot ofrece el ajuar para un recién nacido. No se necesita ni un curso de primeros auxilios para darse cuenta de que en este país nacen todos los días seres humanos en las peores condiciones, en las que, ofrecerles un moisés y unos escarpines puede ser una grave ofensa.


Los aciertos de la ministra Chang, en la emergencia sanitaria, no son más que obligaciones de primera orden. La titular de la cartera de salud, tiene un antecedente fuerte como trabajadora de la Organización Mundial de la Salud y no es difícil verla en televisión con el chalequito. Los salubristas improvisados en todos los países en vías de desarrollo, han hecho del trabajo de campo, del ejercicio de la inmunización y otras actividades una pseudociencia, que no llega a salir de la categoría de vulgar dádiva. Mantienen un estatus, son parte de la desfiguración de la percepción del estado saludable en la población, del sistema fragmentado, en donde lo privado y lo público no llegan a coordinar una acción en conjunto para evitar viejas, comunes y simples patologías.


Circular sólo por el modelo biomédico, trillado de la OMS, extemporáneo, que relaciona a la salud con la enfermedad y logra explicar a la primera a partir de la segunda, (estado de bienestar físico, psíquico y social), raya en lo barato. La salud es un proceso más complicado, en donde esta se relaciona con la vida, constituyéndose en una forma de andar por la vida y la enfermedad resulta ser un acontecimiento que pudo no suceder, este proceso complejo, según Dahlgren and Whitehead, se da en los diferentes espacios de los seres humanos, desde la individualidad de los lugares particulares hasta los sociales y ambientales, de tal forma, que existe un conjunto de elementos que interactúan entre sí y determinan de una u otra forma la condición de salud, tanto individual como colectiva. La capacidad para poder efectivizar ese andar por la vida de forma saludable, es decir, para lograr desarrollar el máximo potencial de salud, que permita generar bienestar y una adecuada calidad de vida. Esta capacidad la entendemos, siguiendo a Amartya Sen como la ampliación de la libertad humana (tanto individual como colectiva) para lograr funcionamientos (hacer algo) y/o realizaciones (ser algo).

Privadamente, en una clínica, famosa por estos días, mi abuelo tuvo una atención, que es de primera, un personal paramédico que no tiene comparación, pagamos bien eso sí. Mi abuela persigue a su médico, en privado, un internista, de los mejores de este país. El Hospital Vozandes es también otro caso, en un sistema impuesto, se relevan de “afrentosos”, reinvierten todo, investigan también.


En fin, privadamente se hacen cosas bonitas, el inconveniente, creo yo, es la intimidad del asunto, la introspección, casi regresiva, a lo que esto nos obliga. Si en este país vivimos tantos, porque algunitos nos curamos solo “privadamente”.

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