lunes, 6 de julio de 2009

Tabula Rasa

Un informe del tiempo, con el estilo corregido, distinto de los pronósticos esta vez, para dar cuenta de desastres y deslaves del cuerpo, llevando la lluvia como un traje y el calor como un sombrero.
Un envío de correo, esta vez como una carta blanca, entregada por una mano informal, señalando un tiempo especial , que no tardará meses en llegar, sino segundos, para mantenerme despierta en esta hora absurda.

Puedo dar la impresión de alucinar porque ya tengo en mis efemérides un mapamundi, planos de aquello que me salvan de la idea de naufragar y la extrañeza de saberse mirados por algo parecido a los ojos de dios.

Luego de la pretensión y de haber estado dispuesta para el más astuto de los autómatas que en su arliturgio esconde tras la pupila la profundidad del faro. Me dejo llevar.Yo soy quien arrastra las aguas en que me sumerjo, yo estiro la tierra y la trago. El deseo, si estaba separado, ahora en las casualidades del tiempo se topa los codos con lo que soy y cuenta los dedos en las rodillas.

En realidad, lo que más consolaba no eran los actos, sino el espacio de aquellos, como la vida era sòlo un momento, una ráfaga de verdad antes de que la mente atravesara como un lente u ojo de pez y las cosas tuvieran un aroma distinto a su original , que los colores fueran los correspondientes al deseo y no ellos, y las sonrisas… y las sospechas.
El único momento verdadero quizás sea mientras se duerme, porque entonces la vida corre a sus anchas -fuera de nosotros- se abandona a si misma; se burla de nuestros cuerpos quietos, mòrbidos, tragando nuestra respiración. La vida entonces es un animal violento que salta por nuestras ventanas, escapando de la mirada del hombre, vomitando todas las palabras puestas en su vientre, bebiendo verdadera sangre y verdadera exudación.

La vida era un compromiso que se me habìa olvidado, y lejos creciò.

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